Paisano poco conocido: El «Gaucho» Mujica

Francisco Laudelino Mujica Quiñones había nacido en el año 1875 en la estancia de sus padres, en los pagos de Manantiales, partido de Pergamino, y pudo haber permanecido tranquilamente allí, dedicándose a administrar los cuantiosos bienes de la familia en la zona y en Buenos Aires.

Pudo haber permanecido allí, alternando en los dorados salones porteños, donde este muy buen mozo de pequeños pero penetrantes ojos celestes, desplegaba su seducción y fama de hombre de gran fuerza, coraje y agallas, haciendo suspirar a las mujeres y suspiros de resignación de los hombres.

«Un varón de gallarda planta, excepcional mezcla de vasco y criollo» de vastísima cultura y refinados modales que «vestía de riguroso frac, usaba fina galera de copa alta, guantes y botas de fina cabritilla, bastón con empuñadura de marfil y plata y era amante de las mejores fragancias importadas..», en definitiva, todo un cajetilla.

Pero esta elegante faceta de ‘hombre de mundo’ no debe engañarnos si suponemos que las cualidades de don «Pancho» Mujica finalizaban allí.

De ningún modo, era un jinete extraordinario y de tanta fama que hasta se lució en los fastos del Centenario en audaces destrezas criollas.

A partir de aquel momento, y con apenas 35 años, «Pancho» se decidió a enfrentar a su destino y largarse a la aventura… ¿quien o qué podría detenerlo?

Junto a sus gauchos se aprestaba a exhibir con orgullo las destrezas aquellas destrezas criollas aprestándose a viajar a España, Cuba y Méjico.

Instalados en La Habana, su fama, la abundancia del dinero ganado, amoríos clandestinos, maridos celosos y reyertas derivaron en una salida impostergable y urgente de «ese paraíso» que lo mimó y lo admiró…

Hasta que el destino lo llevó a México, donde se involucraría (o sería involucrado) en plena revolución; siendo envuelto en una inextricable trama de conspiraciones, espionajes, lealtades y traiciones y, naturalmente, donde no faltaron los celos y despechos amorosos, que le condujeron a enfrentarse un día con uno de los más temibles y sanguinarios caudillos de la historia, nada menos que «Pancho» Villa.

Los motivos por los cuales Villa mandó a fusilar sin piedad a Mujica quedan envueltos por las nieblas y turbulencias del tiempo; y también, por los rumores y leyendas que adornaron o tergiversaron la verdadera historia. La «historia oficial» cuenta que se necesitaba un hombre como Mujica para acabar con el terror del revolucionario Villa y que fue encargado por el gobierno de asesinarlo, siendo descubierta la conjura por el caudillo.

Condenado por Villa y bravo león hasta el final, Mujica desafió al caudillo a batirse como hombre en las mismas condiciones; condiciones no aceptadas por el caudillo mexicano que dispuso que un coronel lo fusilara mientras se encontraba atado de pies y manos.

Poco antes de morir había dicho «Las balas no matan… el destino, sí», y Mujica, como todo un hombre, lo había elegido y le había hecho frente con valor.

La crónica de la revista Caras y Caretas del 7 de noviembre de 1914 refiere que «Francisco Mujica, llamado el «gaucho Mujica», ha sido fusilado en Méjico por las fuerzas de Pancho Villa.

El «gaucho» era popular desde su aparición en las fiestas de nuestro centenario, durante la domada de potros, en que lució sus habilidades de domador de pura cepa.

Después de su éxito en aquel torneo, Mujica se echo a correr mundo y a ganar fama y fortuna. Visitó Cuba y Méjico, donde el mismo presidente Madero quiso que le presentasen al notable criollo.

Al estallar la revolución, se le complicó el negocio, y fué preciso luchar. Purgó en la cárcel el asesinato de su empresario Schnerb, aunque en verdad allí estuvo más agasajado que en un palacio. Salió del encierro, y conspiró. Fué perseguido.

Se había conocido su plan de asesinar al jefe de la revolución, Pancho Villa. Y al cabo de azarosas aventuras, acaba de caer bajo el plomo de las fuerzas del caudillo.

Telegramas de estos días nos traen la noticia del triste epílogo de esa vida tan azarosa». 

El bravo gaucho Mujica durante una domada de potros celebrada en la «Sportiva» (hoy Campo Argentino de Polo, frente al hipódromo de Palermo) durante los memorables festejos del Centenario en 1910 tal como lo rescató la revista Caras y Caretas en su edición del 7 de noviembre de 1914 anunciando a la Argentina el fusilamiento del legendario y famoso jinete argentino.

(Otras notas del «Gaucho» Mujica en próximas ediciones)