Merecida recordación para un centauro criollo, Francisco Laudelino Mujica Quiñones

Merecida recordación para un centauro criollo, Francisco Laudelino Mujica Quiñones

*Por Raúl Galarza.

(Primera de cuatro notas)

Francisco Laudelino Mujica Quiñones había nacido en el año 1875 en la estancia de sus padres, en los pagos de Manantiales, partido de Pergamino. La descendencia del matrimonio compuesto por D. Ignacio Mujica y Da. Juana Quiñones era de cuatro hijos varones (entre ellos «Pancho, El Ñato») y tres mujeres. Gente de holgada posición económica que explotaba un campo propio de 1.000 hectáreas, y en una de las esquinas de ese campo funcionaba un gran almacén de ramos generales de propiedad y administración de la familia, que poseía además propiedades en la Capital Federal y en Pergamino.

La vivienda principal de la familia estaba ubicada en la actual calle Pueyrredón, desde Dr.Alem hasta San Nicolás, en esta ciudad. Vida, pasión y muerte de Mujica Naturalmente, como era costumbre en aquellos tiempos, los padres ofrecían a sus hijos varones mayores, la continuidad y administración de todos esos bienes. En este caso tres aceptaron, pero «El Ñato», no. Con ésta y otras actitudes demostraba que no era afecto a la vida sedentaria; de gran espíritu de libertad y afán de “correr mundo», tal vez presentía que su espléndida y aventurera vida no se prolongaría por mucho tiempo en lo terrenal, ya que la muerte lo sorprendió trágicamente a los 39 años, el 27 de octubre de 1914, en un ignoto paraje de Méjico, llamado Aguas Calientes.

A estos legendarios hombres, no sé por qué razón, se les imagina de talla gigantesca y con cierta rudeza natural. Digamos que no era este el caso, pues D. Francisco Laudelino era, en su época de esplendor, de estatura mediana pero de recia contextura física; poseía un rostro armonioso, rasgos delicados y tez muy blanca donde se destacaban sus pequeños pero penetrantes ojos celestes, abundante cabellera negra, profusa y larga barba entera y muy cuidados bigotes (dormía con «bigotera», adminículo protector que se usaba entonces). En síntesis, un varón de gallarda planta, excepcional mezcla de vasco y criollo.

Esta gran prestancia, sumada a su fama de hombre de gran fuerza, coraje y agallas, lo convertían en un soltero muy codiciado y de enorme ascendiente entre las mujeres, tanto en nuestro país, como fuera de él. Ellas fueron su pasión pero también su calvario (casi podríamos asegurar que una, «ciega de celos” lo entregó a quienes lo asesinaron). Era, por sobre todo, un gentilhombre de cultura vasta y refinada con gustos exquisitos: su indumentaria, por ejemplo, era obra de los mejores maestros-sastres, elegía las mejores telas importadas para su hechura, vestía de riguroso frac, usaba fina galera de copa alta, guantes y botas de fina cabritilla, bastón con empuñadura de marfil y plata y era amante de las mejores fragancias importadas…

Era todo un «cajetilla» al cual se le notaba «la buena cuna» en el trato ameno, medido, sobrio. Poseía además una envidiable caligrafía y prolija redacción. Sobresalía en todos los ambientes, ejecutaba el piano con maestría, era un excelente bailarín, elegante al zapatear y buen recitador.

Corajudo combatiente

Nuestro hombre había ganado su grado de Capitán del arma de Caballería en el Ejército Argentino donde prestó servicios, participando casi en un centenar de refriegas contra los aborígenes en el Chaco, en innumerables escaramuzas internas, en combates en Uruguay y en el Paraguay. Mostraba, íntimamente, cicatrices de lanzas y balas que por momentos lo mortificaban mucho.

Dueño de una casi infalible puntería desarrollada, sin dudas, en la obligada instrucción militar, manejaba con ambas manos toda arma de fuego, desafiando a sus amigos a tirar sobre «blancos» fijos o móviles, sorprendiéndoles con su efectividad. Asimismo, con los ojos vendados armaba y desarmaba un arma en tiempo récord.

Pero, ¿cómo es que un «niño bien» de nuestra más alta sociedad, pasara a convertirse -en otro país – en un adelantado en esto de ser el «primer Che” guardando, por supuesto, las respetuosas distancias?

¿El destino?… En eso creía nuestro coterráneo, ya que en los tramos finales de su vida dijo algo así: «Las balas no matan… el destino, sí». Y tal vez debería ser así porque la vida le dio a este singular hombre otras habilidades que superaban las hasta aquí resaltadas: habilidades, digo, que los hombres desean y envidian y las mujeres admiran, como ser un jinete excepcional que manejaba el lazo y las boleadoras con toda soltura y eficacia… siendo esto lo que más quería y mejor hacía.

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es P1260696-2.jpg

Por Raúl Galarza. Destacado y reconocido defensor del criollismo. Escritor, poeta, conductor de radio, fue presidente de El Fortín Pergamino, institución tradicionalista. Autor de «Mi vieja Matera», presentado en la Feria el Libro de San Antonio de Areco. Nacido un 25 de marzo de 1939. y fallecido en 26 de diciembre de 2012. Como locutor, recibió el Premio Caduceo al mejor programa folclórico de la Provincia de Buenos Aires.