El hundimiento del Crucero A.R.A. General Belgrano en el recuerdo de un sobreviviente

Jorge Gaitán recuerda minuto a minuto ese fatídico 2 de mayo de 1982, cuando 323 jóvenes murieron en el crucero bombardeado por un submarino inglés. Las 36 horas de naufragio con temperaturas cercanas a los -10°C, en remera, calzoncillo y medias, el estoicismo ante lo que ocurría, sin un solo grito ni un solo acto de desesperación, el cuidarse unos a otros, los actos de heroísmo… la historia relatada por uno de los sobrevivientes.
“Esto no se olvida nunca más, lo tenemos en nuestra cabeza, recordás lo que pasaste día a día”, dijo cuando se preguntó si los recuerdos todavía están o se borran como se ocultan los momentos malos de la vida.

 

“Era un barco de 200 mts. Con 1093 tripulantes que el 2 mayo a las 16,01 hs fue atacado por el submarino Conqueror, que le disparó tres torpedos, de los cuales dos pegaron, uno en popa y otro en proa produciendo la muerte de 323 tripulantes”, recuerda el ex conscripto.

 

Y describió la función que tenían en el gigantesco barco. “Nosotros no teníamos ningún conocimiento, no manejábamos armas, fuimos como conscriptos a rellenar la parte de trabajo, alcanzar la pólvora, cocinar, hacer guardias… éramos la parte obrera que fuimos a ayudar. Los conscriptos éramos la mayoría porque un crucero de guerra necesita mucha mano de obra”, explicó.

 

Y comenzó el relato del momento a momento. “Según los ingleses éramos una amenaza latente, y lo éramos, más allá de que era un barco viejo, de la Segunda Guerra Mundial, era un barco con muchas bocas de fuego. Tenía defensa antiaérea y de superficie muy buena, pero no de submarinos.

 

De todas maneras el submarino ya nos había encontrado tres días antes y había navegado debajo del barco sin haber sido detectado por los barcos, que solo captaban el motor del crucero, mientras tanto el submarino iba abajo hasta que se pudo separar y fue ahí cuando disparó. Eso no lo supe en el momento, lo contó el comandante mucho tiempo después”.

 

Y remitió recuerdos afectuosos hacia él. “El comandante fue un líder, un tipo que siempre estuvo al lado. Fue el último que se bajó a pesar de que el barco se estaba hundiendo, estaba escorado para darse vuelta, él siempre decía que tenía miedo que se diera vuelta de campana porque nos llevaba a todos, no se salvaba nadie. Y estaba esa posibilidad porque estaba entrando agua por un solo lado”.

 

En el momento del bombardeo, el entonces joven piquense junto a muchos otros tripulantes estaba acostado descansando. “Habíamos dejado la guardia al mediodía, ese día habíamos estado acompañados por dos barcos que tenían para pelear contra submarinos, en un momento hubo una maniobra rara y quedamos descubiertos de un lado que fue donde nos atacó.

 

Estábamos preparados para el abandono, siempre hacíamos hincapié en el zafarrancho de ataque y zafarrancho de abandono.  Sonaba y ocupábamos los puestos rápidamente. Éramos jóvenes, éramos ágiles.

 

En el momento del ataque, cuando pegó el bombazo quedamos sin luz, salimos en medio de la oscuridad, mucho calor, olor agrio, algo que quemaba, una onda de fuego y nos dispusimos a salir a cubierta por la escalera, sin empujar, pensando en el otro, y llegamos arriba.

 

La cubierta estaba llena de petróleo y mojada, yo estaba en calzoncillos y camiseta, y ahí hacían entre -8 y -10°C, salí con una frazada, se la di a un oficial de apellido Pérez que había salido en cuero y ahí nos agarramos de las manos. El comandante siempre recordaba…’ver desde el comando cómo se agarraban todos de las manos, cuidándose para no caer al agua, ayudando al que salía de adentro, que salía quemado o lleno de petróleo, me hacía pensar que bien entrenados están los muchachos’

 

Tal es así que no hubo en ningún momento gritos, ni desesperación ni nadie se quiso tirar al agua para salvarse él. Cuando dieron la orden de tirar las balsas al agua, se inflaron y nadie bajó hasta que no se dio la orden. Nosotros estuvimos casi 20 minutos esperando en cubierta que dieran la orden de bajar, hasta ese momento estábamos todos agarrados de las manos para no caer al agua. Si caíamos, en cinco minutos moríamos por el frío.

 

Estuvimos 36 horas en las balsas naufragando, no nos mató el frío porque éramos jóvenes y teníamos resistencia. Recién cuando llegamos a otro barco, pudimos ponernos algo de ropa, que estaban secando. Hasta ese momento pasamos las 36 horas, yo en remera, calzoncillos y medias. Nunca tanto frío, fue tremendo, te duerme y te produce la muerte blanca. Cuando subí al otro barco encontré compañeros en situación  desesperante que luego falleciero”n.

 

El bombardeo fue el domingo, y recién regresaron al continente el jueves a la tarde. “Llegamos en avión a Espora (una base de Aviación y Marina) y de allí a Punta Alta y ahí nos dejaron que nos viniéramos. Llegué a Pico el viernes a la noche.

 

Fueron todos mis amigos a esperar a la Terminal y como quería llegar a casa, me bajé en la 9 y la 10. Cuando llegó el colectivo y se abrió la puerta, se desorientaron pero el colectivero les indicó que me había bajado y fueron a buscarme. Nos encontramos en la 21 y la 10, mi familia, mis amigos… todo el barrio El Molino… ese día fue espectacular el recibimiento.

 

Después volvimos todos los pampeanos a Espora y allí nos dieron distintos destinos dentro de la base. No volvimos más porque ya se terminaba, el 14 de julio fue el día de la rendición, pero en realidad si se hubiese alargado hubiéramos vuelto.

 

 

Teníamos mucha bronca porque no habíamos podido hacer absolutamente nada, no habíamos podido tirar un tiro, porque éramos partícipe, éramos conscriptos pero éramos partícipes. Nosotros nos basamos mucho en la gesta, en los héroes que son los chicos que no están. El pueblo nos dio el apoyo para ir a defender la Patria”, concluyó el relato Jorge Gaitán, uno de los sobrevivientes. Alberto “Vasquito” Amesgaray, otro de los piquenses que iba en ese crucero de guerra, no pudo contarla. Su cuerpo quedó en las frías aguas del sur.

Fuente: http://www.infopico.com/social/33395-el-hundimiento-del-crucero-a-r-a-general-belgrano-en-el-recuerdo-de-un-sobreviviente