Hace nueve días se despertó con agua hasta las rodillas y no dio abasto a salvar muebles, ropa y otras pertenencias, ya que en un rato le llegaba al pecho
Por fín, con la salida del sol, el agua se retiró y Gabriel pudo volver a ingresar a su casa hoy por la tarde.
Hace nueve días, Gabriel se despertó inundado a las 6.30 en su casa ubicada en el barrio Canuglio, en San Antonio de Areco y comenzó una odisea que comenzó a cerrarse hoy.
Recuerda que no le alcanzaban las manos para subir los muebles a la mesa y las cosas a los muebles. En pocos minutos, todas sus pertenencias se convirtieron en un jenga inestable. Y el agua seguía subiendo, primero hasta la cintura, después hasta la mitad del pecho.
Seis días más tarde, Gabriel regresa una y otra vez a esa escena para ver si por fin concluyó esa pesadilla. Pero no. «Cada vez que vuelvo, la casa está peor», se lamenta. No podía evitar las lágrimas. Nada quedaba en ese rostro del mozo ceremonioso que suele ser ni del hombre que pinta casas durante la temporada baja.
«El agua se mete en tu casa, lo invade todo -dice-. Invade tu intimidad, se mete con tus cosas y se queda el tiempo que quiere. Y uno no puede hacer nada más que esperar a que se vaya y te deje ahí, frente a tus ojos, el desastre en que se transformó tu vida», fue la frase desgarradora que dejó.