Hoy se conmemora en San Antonio de Areco el «Día de la Tradición»

Un día de julio de 1926, salieran de las prensas arequeras de Don Francisco A. Colombo, la novela gauchesca «Don Segundo Sombra» de Ricardo Güiraldes. Así, el Pago de Areco, comenzaba a transitar por los primeros tramos de una huella que desembocaría en la creación del Día de la Tradición.

En 1939, ya estaba inaugurado y en funcionamiento el Parque Criollo y Museo. Ese mismo año, por iniciativa del intendente municipal de San Antonio de Areco, Don José Antonio Güiraldes y el gobierno de la provincia de Buenos Aires, Dr. Manuel Fresco, instituyó en su territorio el Día de la Tradición. Una ley ordena su celebración en San Antonio de Areco y Luján. En 1984 la legislatura provincial, agregó un artículo a esa ley y dispuso que San Antonio de Areco sea sede permanente del Día de la Tradición.

La Primera Fiesta

La primera fiesta del Día de la Tradición en 1939, se realizó en la intimidad pueblerina, con la participación de los estancieros y paisanos de los alrededores.

El Parque Criollo carecía de las instalaciones y de la infraestructura de las que dispone en la actualidad. No existía la Playa de Doma y Destreza, la jineteada de potros reservados se realizaba delante o entre un público espectador al que se lo separaba del animal montado solamente la distancia prudente. Un palco municipal de madera, servía de lugar de ubicación privilegiada.

El desfile o paso de los gauchos no estaba en el programa. Ese año inaugural de la fiesta asistió un amigo del intendente municipal, un estanciero del sur, portaba una bandera argentina de buen tamaño, pero no tuvo mayor aceptación. Sin embargo, la calidad de huésped del abanderado y el don de gente de los organizadores hicieron que ese gaucho de ricas prendas y regia apostura pasara entreverado en los grupos con la bandera.

Al año siguiente la fiesta se celebró en La Plata. Pero en 1941, volvió a ser sede San Antonio de Areco. Entonces, ocurrió algo tan imprevisto como insólito, enfrente a la intendencia se habían reunido autoridades e invitados para ver pasar a los gauchos rumbo al parque criollo. Un empleado de la municipalidad vio venir a los jinetes y recordó lo ocurrido en 1939. No vio a nadie con bandera y corrió al interior de la casa del que volvió con una bandera atada en su asta, dejada allí por una escuela. Se la entregó al primero que encontró, y éste, al primer gaucho de a caballo que tuvo cerca.

Desde entonces, se instaló una costumbre, que ya es un rito: el jinete pre abanderado y su escolta sale rumbo al desfile y llega al palco oficial, donde lo espera la autoridad de mayor rango quien entre los aplausos de la concurrencia, le entrega la bandera de desfile que recién entonces lo convierte en abanderado.

Los primeros desfiles se hicieron alrededor de la Plaza Principal. Los asados se servían en los fogones instalados en la antigua quinta de Guerrico. Allí se guitarreaba y se bailaba. A la noche, la fiesta culminaba en el Hotel Plaza, en la esquina de Don Segundo Sombra y Ruiz de Arellano.