26 de junio de 1966. Por qué destituyeron a Illia?

¿Por qué destituyeron a Illia?

Andrés Abraham

El 28 de junio de 1966 un golpe militar derrocó al entonces presidente Arturo Illia. Lo que siguió fue un régimen militar de orientación tecnocrática, que no se puso plazos ni limitaciones, y que fue recibido con los brazos abiertos por la CGT, la Sociedad Rural y los grandes empresarios.

¿Cuáles fueron las causas de la interrupción del orden institucional?

El gobierno de Illia se mostró respetuoso de la institucionalidad democrática, en particular del rol del Congreso y de las libertades civiles. Pero no dejó de enfrentar a los poderes concentrados. Por ejemplo, sancionó una ley de medicamentos que fue un duro golpe a los intereses de las empresas farmacéuticas y sancionó una ley de Salario Mínimo, Vital y Móvil que el empresariado no vio con buenos ojos.

Además, anuló los contratos con petroleras extranjeras impulsando la explotación de dicho recurso por parte del Estado, y procuró modificar el régimen sindical garantizando la representación de las minorías en las direcciones de los gremios, algo que el sindicalismo peronista no le perdonó.

Suele pensarse que hubo en el golpe motivaciones dadas por la situación económica. Pero no es el caso, pues en los años de Illia el PBI alcanzó un crecimiento cercano al 8% anual, con crecimiento del empleo y la producción industrial, y se percibía un clima general de bonanza económica. La oposición gremial no se vinculaba por entonces a reinvindicaciones salariales o laborales sino a motivos políticos e ideológicos.

La relación con los partidos políticos fue compleja, pues en el clima de faccionalismo reinante la iniciativa del partido de gobierno no lograba fácilmente consensos y su posición era minoritaria. La división de la UCR, que venía desde 1956, y la interna de los sectores del peronismo complicaban aún más el panorama.

Asimismo, Illia padeció el obstruccionismo parlamentario –incluso se llegó a frenar el proyecto de presupuesto para 1966, donde se proyectaba mayor financiamiento educativo-. A nivel político, todo el espectro político peronista cuestionó desde el principio su legitimidad para gobernar porque accedió al poder en unas elecciones donde el peronismo había sido proscripto.

Señala en historiador César Tcach1 que el golpe a Illia tuvo múltiples causas, siendo el rol tutelar que cumplían las Fuerzas Armadas en la vida política y la situación del peronismo las de mayor peso. Asimismo destaca cómo el gobierno de Estados Unidos ya tenía conocimiento del golpe por medio del general Alsogaray, e incluso se sabía que el sindicalismo vandorista lo apoyaría.

Sin dudas el accionar de los militares fue fundamental en la articulación de los intereses y actores que terminaron provocando la caída del gobierno democrático. La división interna entre “azules” y “colorados” puede explicarse por distintos motivos, pero principalmente por la diferente concepción sobre el lugar que debía ocupar el peronismo en la vida política.

Por otro lado, algunos sectores militares se encontraban ya imbuidos por los planteos de la Doctrina de Seguridad Nacional, que pregonaba la necesidad de alcanzar el desarrollo y perseguir las ideologías extrañas al “ser nacional”, para evitar tanto como el retorno del peronismo al poder como el enraizamiento del comunismo en el país, cuyas señales de alarma ya se venían dando con las tomas de fábricas y universidades.

En estos años comenzó a prender la idea de que la subversión era un “enemigo interno” a eliminar por cualquier medio y que sería la justificación ideológica del terrorismo de Estado que caracterizó a la dictadura de Videla.

Respecto del gobierno de Illia, existían divergencias entre los propios militares, pues algunos entendían que no era conveniente continuar con la tarea tutelar que implicaba legitimar las políticas que llevaban adelante los partidos políticos considerados “democráticos”, y los sometía a la acusación de distorsionar las prácticas democráticas y a una profunda fragmentación interna.

Por otro lado, en su alineamiento a nivel internacional procuraban facilitar la intervención de Estados Unidos en Centroamérica, con lo cual la negativa de Illia a enviar tropas a Santo Domingo provocó un enfrentamiento entre el presidente y los altos jefes de las Fuerzas Armadas, que terminó con la renuncia de Onganía a su cargo de Comandante de Ejército. Fue reemplazado por el general Pistarini, que mantuvo la línea de su antecesor y en su discurso en la conmemoración del día del Ejército (29 de mayo de 1966) se animó a hablar frente al propio Illia del vacío de poder que a su entender reinaba en la Argentina.

Sin dudas fue clave también el rol de la prensa, y de periodistas como Mariano Grondona o Jacobo Timerman, quienes a través de sus publicaciones favorecieron la idea de que el gobierno de Illia era ineficaz y de que en su lugar era preferible un nuevo régimen político. La caricatura de una tortuga con que se asoció en los medios gráficos al Presidente tuvo una amplia eficacia a nivel social, desprestigiando ampliamente su imagen. A ello se sumó la falta de una política comunicacional del gobierno, pues Illia entendía que la propaganda gubernamental de los actos de gobierno tenía reminiscencias fascistas. La politóloga Catalina Smulovitz señala que se construyó en torno a Illia una imagen de ineficacia que respondía al hecho de que las acciones del gobierno y las respuestas a los problemas percibidos por la sociedad no se adecuaban a los resultados específicos esperados2.

La cuestión de fondo fue, como sucedió en la mayoría de los golpes de nuestra historia, la crítica de algunos sectores y de parte de la prensa a la ineficacia de la democracia y al rol que los partidos políticos venían cumpliendo en ella. Pero además se propagó en este caso la ilusión de una reforma del sistema político con la que se buscaba el reemplazo de la dirigencia política por una elite de técnicos, militares y empresarios que –superando las falencias de la democracia- traerían eficiencia y nos llevarían al “primer mundo”. La promesa ilusoria de que los tecnócratas vendrían a dar solución a los males de la Argentina mostró ser, como tantas otras, una farsa. En los años que siguieron Argentina entró en una espiral de violencia y faccionalismo que perjudicó gravemente la convivencia política, el progreso económico y el desempeño institucional. Y con ello al derrotero de la democracia.

El mayor legado de Illia para la historia fue su honradez, su profunda convicción democrática y su respeto por la legalidad y las instituciones democráticas. A cincuenta años de aquel golpe que lo expulsó del sillón de Rivadavia, persiste en el recuerdo de muchos argentinos la imagen de aquel sencillo médico rural con vocación política que supo dar ejemplo de que en Argentina la política es un servicio público que honra a quien lo ejerce, y no una forma de enriquecimiento personal o un escenario para las vanidades o el exitismo individual.

Andrés Abraham – Profesor de Historia UNCuyo