12 de agosto: La Reconquista de Buenos Aires.

La ciudad de Buenos Aires fue ocupada por tropas al mando del militar británico William Carr Beresford el 27 de junio de 1806. Con poca capacidad de defensa por parte de las autoridades virreinales, los ingleses ocuparon rápidamente la ciudad e izaron su bandera en el fuerte, núcleo del poder del Virreinato.

Sucedieron 46 días de ocupación británica signados por la moderación y los intentos por ganarse a los porteños. Beresford mantuvo en el cargo a todos los funcionarios públicos y declaró que no tenía la intención de liberar a los esclavos.

El cambio más importante fue la apertura del comercio, que hasta entonces se regía por el monopolio ligado a la metrópolis española. Fue entonces cuando lo comerciantes que estaban favorecidos por el régimen previo que se organizaron para reconquistar la ciudad.

El liderazgo recayó sobre el capitán de fragata Santiago de Liniers, quien, desde la provincia oriental (luego Uruguay) organizó las milicias para recuperar a Buenos Aires. Consiguió, entre profesionales y milicianos, unos 1000 hombres con los que se embarcó rumbo a Buenos Aires. El 4 de agosto fondearon frente al Puerto de las Conchas (Tigre) y desde allí marcharon hacia la ciudad. En su camino se unieron paisanos y el ejército de Juan Martín de Pueyrredón.

El 10 de agosto avanzaron sobre El Retiro, y una vez derrotadas las primeras resistencias británicas, se dirigieron hacia la Plaza Mayor (Plaza de Mayo) y rodearon a las fuerzas de Beresford, impidiéndoles su comunicación. Muchos de los pobladores ayudaron al ejército de Liniers, que ya contaba con 4000 hombres.

El 12 avanzaron por las actuales calles San Martín y Reconquista hasta hacer retroceder a los ingleses, que se esconden en los edificios de los alrededores. Sin mayores defensas, el general británico se rinde y entrega sus armas a los líderes criollos.

El Cabildo Abierto convocado dos días más tarde impidió reasumir el poder al virrey Sobremonte, quien había huido a Córdoba para intentar organizar una ofensiva desde la capital mediterránea, sin suerte. El poder quedó en manos de Liniers, quien se ocupó de organizar la ciudad para el contraataque inglés, que no tardaría en llegar.