Declaración de la Independencia. Causas y consecuencias. Por Eduardo Clancy

 (Segunda y última entrega)

Las Misiones, Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe y la Banda Oriental, bajo la influencia de José Gervasio de Artigas estaban en guerra contra el centralismo porteño y no participaron del Congreso de Tucumán.

Córdoba había participado del “Congreso de los Pueblos Libres” de Concepción del Uruguay, convocado por Artigas en 1815 y envió una delegación raquítica.

La Banda Oriental sería invadida en 1817 por el Imperio Portugués, con el asesoramiento militar del general  William Carr Beresford, que en 1806 había jurado jamás volver a estas tierras.

La invasión tuvo el beneplácito de los políticos porteños, en particular el Director Supremo Gervasio Posadas ( Tío de Carlos de Alvear), quien el 11 de febrero de 1814 declaró a Artigas “ Infame, privado de su empleo, fuera de la ley y enemigo de la Patria”.

La asamblea del año XIII  había rechazado las credenciales de la delegación oriental alegando errores de representatividad y Manuel de Sarratea, reemplazado por Rondeau en el sitio de Montevideo había declarado a Artigas “ Traidor a la Patria”, indultando anticipadamente a quienes lo eliminaran.

Pese a todos los obstáculos,la Declaración de la Independencia se difundió por todas las provincias y hubo un total consenso en sacudir el dominio español. Luego se agregaría “ el de todo dominio extranjero”, a pesar de que hasta 1820 hubo negociaciones del gobierno de las Provincias Unidas con potencias extranjeras que comprometieron la independencia e integridad del territorio.

Se celebró el 12 de noviembre de 1818 un acuerdo secreto con la monarquía francesa para instalar a Carlos Luis de Borbón, Príncipe De Lucca como Soberano de estas tierras, pasando las mismas a depender del Ducado de Parma.

En tanto, San Martín había emprendido en 1817 su ciclópea tarea de cruzar los Andes , liberar a Chile y dar un golpe mortal al baluarte del poder español : el Virreinato del Perú. Lo hizo huérfano de apoyo por parte del Gobierno de las Provincias tras la renuncia de Pueyrredón como Director Supremo en 1819 y su reemplazo por Rondeau.

El 2 de abril de 1820 en Rancagua, sus oficiales rechazaron su renuncia a la jefatura del ejército para proseguir la Gesta Libertadora.

En los años veinte los caudillos sumieron a las provincias en un estado de guerra civil, dando la espalda a la lucha por la independencia y abandonando a Artigas que enfrentó en soledad  la invasión luso-brasileña a la Banda Oriental.

La mejor prueba del desprecio que sentían estos autócratas ambiciosos por la causa superior de nuestra  emancipación,  es la declaración de la independencia de la “República Federal de Entre Ríos” gobernada por el “Jefe Supremo” Francisco Ramírez el 29 de septiembre de 1820 y de la “República de Tucumán” gobernada por el “Presidente Supremo” Bernabé Aráoz el 3 de marzo de 1820, burdas parodias de la Declaración de la Independencia.

Mientras el centralismo porteño y los caudillos creaban un escenario de lucha fratricida, hacia 1821 la revolución había devorado a muchos de sus hijos : Moreno, Vieytes, Belgrano, Güemes, Asencio Padilla, Warnes y a tantos otras heroínas y héroes desconocidos que dieron su vida en decenas de batallas. Algunos serían sacados del olvido mucho tiempo más tarde, otros no tendrán homenajes ni estatuas, pero a todos ellos les debemos nuestra Independencia.

En aquel lejano 9 de julio de 1816, un chiquilín tucumano de 5 años llamado Juan Bautista Alberdi, observaba intrigado las idas y venidas en la casona de Doña Francisca Bazán de Laguna. 37 años después sus “Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina” serían los pilares del Congreso de San Nicolás y de nuestra Carta Magna.

Decía Alberdi en 1851: “¿ Por qué dudar señores, del restablecimiento y perpetuidad de los principios de Mayo, hollados hoy en el Río de la Plata? ¿ En qué consiste, a qué se reduce la Revolución de Mayo? Es el sentido común, es la razón aplicada a la política. La hermandad de los hombres, la igualdad de las clases, la soberanía del pueblo. ¿ Qué otra cosa sino principios de sentido común, base única de todo gobierno racional?”

Tal vez en estos 200 años de desencuentros en la historia política de nuestra querida Patria, ese  sentido común ha sido, como diría mi madre, “el menos común de los sentidos”.

El mejor homenaje a nuestros héroes de la Independencia sería seguir fielmente la senda que nos marcaron aquellas sabias palabras de Alberdi.

Eduardo Clancy

Presidente de la Junta de Estudios Históricos

San Antonio de Areco

 

 

 

Eduardo Clancy

 Presidente de la Junta de Estudios Históricos

 San Antonio de Areco