Efemérides: El septiembre de 1899 se creaba la birome

 

El 29 de septiembre

En esta fecha existe una conmemoración muy importante en la Argentina, la del “Día del Inventor”. Los aportes a la ciencia y la tecnología fueron varios y trascendentes a lo largo del tiempo en nuestro país, varios de ellos destacados en el capítulo de mi autoría en el libro “La otra historia”, de la editorial Ariel, que compartí con otros historiadores como Osvaldo Vergara Bertiche, Enrique José María Manson, Felipe Pigna, Mario Ernesto “Pacho” O’Donnell, Ana Jaramillo, Araceli Bellotta y Hugo Horacio Chumbita, entre algunos más.
Haber establecido el 29 de septiembre como el “Día del Inventor” tiene que ver con el nacimiento del gran científico László József Biró, según su nombre original cuando llegara a este mundo en Budapest, Hungría, en 1899, y argentinizado como Ladislao José Biro cuando ante la sugerencia del ex presidente Agustín Pedro Justo optase por radicarse en estas tierras donde se concretara su gran invento, hoy utilizado masivamente en todos los países del planeta, la birome.

Biro se radicó en la Argentina en 1940 y se nacionalizó. Desde entonces llevó adelante una prolífica tarea que incluyó varios inventos, además del de la birome, el más notable y difundido. Además de sus inventos fue un destacado investigador que también incursionara en el periodismo y en el arte plástico. Su invento de la birome se produjo en 1938 cuando aún vivía en Hungría donde lo patentó pero sin que se llegase a producir. Ese desarrollo se concretó con la colaboración de su hermano Gero.

 

Fue el periodismo el origen de ese invento. El entonces se dedicaba a esa tarea y escribía con una pluma fuente, como era habitual por entonces, pero le molestaba tener problemas con ella, sobre todo en medio de una entrevista. Así es que un día, mientras veía jugar a unos niños en la calle con bolitas, se le ocurrió la idea del bolígrafo. La misma surgió cuando observó que una de las bolitas, tras pasar por un charco dejó una línea de agua en su recorrido. Por eso la birome tiene una bolita que gira y deja su estela.

También el periodismo fue lo que lo trajo a la Argentina. En el mismo 1938, a poco de haber desarrollado un prototipo del bolígrafo luego denominado birome, se encontraba en la ex Yugoslavia escribiendo artículos para una publicación húngara. En esa ocasión se cruzó casualmente con el ex presidente argentino Justo quién se encontraba en ese país ya a poco de haber finalizado su mandato. En esas circunstancias éste vio a Biro escribiendo con un bolígrafo y quedó deslumbrado. Se le acercó y se pusieron a conversar. El luego destacado inventor y epónimo de ese gran aporte le comenzó los problemas que tenía para conseguir una visa para abandonar su país controlado por los nazis. Hasta ese momento Justo no se había identificado pero al escuchar ese comentario le entregó una tarjeta con su nombre y anterior función. El camino hacia la Argentina quedó así despejado.

Por entonces Biro, que también había registrado su invento en Francia, tardó en decidirse. Recién en mayo de 1940, ya desatada la Segunda Guerra Mundial partió junto con su hermano y su socio y amigo, el judío Juan Jorge Meyne. Poco después lo siguieron su esposa Elsa y su hija Mariana, radicándose la familia en el barrio de Colegiales donde actualmente funciona un centro de inventores.

A poco de llegar, el 10 de junio, los tres fundaron la empresa Biro-Meyne-Biro. El producto, perfeccionado, fue lanzado con el nombre de “birome” como acrónimo de los apellidos Biro y Meyne. Se producía en un garaje y llegaron a trabajar cuarenta obreros. En las librerías más que como elementos de trabajo se vendía como un juguete barato para niños. Los socios tuvieron problemas de financiamiento y otros inventos lanzados carecieron de éxito comercial lo que a la larga los llevó a la quiebra.

Uno de sus mayores compradores fue, en 1945, la Fuerza Aérea de los Estados Unidos de América que hiciera un pedido de veinte mil unidades. El invento no estaba patentado en ese país. Poco antes de su fallecimiento el 24 de octubre de 1985, en la última entrevista que diera comentó: “Mi juguete dejó 36 millones de dólares en el tesoro argentino, dinero que el país ganó vendiendo productos no de la tierra sino del cerebro”.