Merecida recordación para un centauro criollo, Francisco Laudelino Mujica Quiñones

Por Raúl Galarza

(Segunda de cuatro notas)

Entre potros, levitas y espuelas

A esta altura y por mi respetuoso amor al hecho tradicional y del que se desprende mi admiración al hombre «muy jinete», debo decir que existe una gran diferencia entre el domador y el muy jinete… El primero suple con «baquía», paciencia y astucia, todo lo que tal vez ya perdió ó nunca tuvo… coraje, destreza y arrojo, que es lo que le sobra al que sólo es «montador». Va en esta simple cuarteta, una verdad insoslayable: El de la doma es oficio / Que no exige ser jinete / Pero en tal caso promete / Más susto que beneficio».

Don Pancho Mujica era un jinete nato. ¿Cómo dudarlo? Lo demostraba en el campo junto a sus hermanos «largándose de la maroma» (1), o cuando camino a la escuela se paraba sobre el lomo de su caballo, al galope tendido. No hay que olvidar que por esos años el caballo era el medio de movilidad insustituible: de esto nuestro país exhibe una rica historia pues «ricos y pobres, todos a caballo». Los viajeros que aportaron sus relatos a nuestra historia, quedaban impactados al ver esto: «Allí.. .hasta los mendigos van a caballo”, escribían.

«El Ñato» concurría a misa dominical y luego del oficio religioso deleitaba a propios y extraños con la suerte de habilidades ecuestres que realizaba con su caballo, en nuestra Plaza de la Merced. El caballo, solo o en gran número, va muy atado al destino de este hombre, como lo había demostrado en nuestra ciudad, en la «Plaza del 9» (así mal llamada antiguamente la actual Plaza 9 de Julio) donde montó los chúcaros de más fama, siempre vestido impecablemente. Y fue precisamente el 9 de Julio de 1910, fecha en que se festejaba el Centenario de nuestra Independencia, cuando se «topó» con el famoso «alazán de Ponce» que era caballo de pecho muy «manso de abajo» (dócil de patas y manos)…»pero en el lomo, ni los pájaros».

Lo ensillaron con una «montura inglesa», de silla muy pequeña y como grupa le ataron un juego de boleadoras. «El Ñato» se calzó un par de enormes nazarenas de plata sobre sus botines de charol y en lugar de «la guacha» (3), usó su bastón de marfil y plata para castigar.

Mi abuelo materno, D. Nicolás Barroso Gigena, concurrió a esa jineteada acompañado por su primo hermano D. Mauricio Gauna Gigena, ambos muy jinetes -Mauricio Gauna fue a Méjico con Mujica (4) y me llegaron a contar ambos que con «el alazán» la cosa fue pareja porque si bien es cierto que Mujica lo anduvo (es decir que no lo volteó) el caballo, bellaco al extremo, por momentos no le dejó pegar un chirlo como acostumbraba el jinete.

Rumbo a Méjico

Ya Mujica y sus gauchos habían deslumbrado al público de Buenos Aires en «La Sportiva», hoy Campo Argentino de Polo (frente al Hipódromo de Palermo) y con la jineteada en Pergamino cerraban esas presentaciones y se aprestaban a viajar a España, Cuba y Méjico.

Instalados en La Habana, su fama, la abundancia del dinero ganado, amoríos clandestinos, maridos celosos y reyertas derivaron en una salida impostergable y urgente de «ese paraíso» que lo mimó y lo admiró. Fue así que en una destartalada y clandestina embarcación huye de Cuba recalando en Méjico. También aquí su pueblo lo recibe cálidamente, sus charros lo idolatran y sus mujeres lo aman… su fama llegó tan alto que hasta el mismísimo Presidente azteca, el doctor Madero, quiere conocerlo.   

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Por Raúl Galarza. Destacado y reconocido defensor del criollismo. Escritor, poeta, conductor de radio, fue presidente de El Fortín Pergamino, institución tradicionalista. Autor de «Mi vieja Matera», presentado en la Feria el Libro de San Antonio de Areco. Nacido un 25 de marzo de 1939. y fallecido en 26 de diciembre de 2012. Como locutor, recibió el Premio Caduceo al mejor programa folclórico de la Provincia de Buenos Aires.