Hace 51 años, en un día domingo 19 de noviembre como hoy, se encontraron Juan Domingo Perón y el líder radical Ricardo Balbín

Por Juan Bautista “Tata” Yofre

Hace 51 años, en un día domingo 19 de noviembre como hoy, Juan Domingo Perón y el líder radical Ricardo Balbín se encontraron a dialogar sobre problemas comunes después de décadas de enfrentamientos políticos. A la salida Balbín dijo que “se habló hacia adelante, no hacia atrás”. El primer apretón de manos fue en la casa de la calle Gaspar Campos 1065, en Vicente López, provincia de Buenos Aires. Decir que era la primera vez que se encontraban constituye un error histórico. Treinta años antes, a principios de 1943, es decir tres meses más tarde del golpe que derrocó al gobierno conservador de Ramón Castillo y abrió el camino a lo que tiempo más tarde fue el peronismo, Perón y Balbín se dieron la mano y conversaron.

A través de un amigo del coronel Domingo Mercante, Juan Domingo Perón, Subsecretario de Guerra, recibió a tres dirigentes que militaban en ese entonces en el Movimiento Revisionista del radicalismo. Ellos eran Alejandro Leloir, Rafael Cetrá y Ricardo Balbín. Luego de tomar un café en la confitería “Paulista” de la avenida Córdoba y Callao, el amigo y los tres dirigentes caminaron hasta el Ministerio de Guerra en avenida Callao y Viamonte, años más tarde sede del Batallón de Inteligencia 601. Conversaron cerca de una hora y un Perón dicharachero y sonriente les explicó los objetivos de la revolución del 4 de junio de 1943, cuya proclama revolucionaria había redactado. Les hablo de las diferencias sociales de la época, los sectores postergados y los objetivos del gobierno que presidía el general Pedro Pablo Ramírez. Los visitantes intentaron conocer un poco más de lo mucho que se hablaba en esos días sobre el “Grupo de Oficiales Unidos” (GOU), el conjunto de altos jefes militares que llevaron adelante la revolución.

Desde ese fugaz momento Balbín y Perón no volvieron a encontrarse y si “dialogaban” lo hacían a través de los diarios y en los discursos que el integrante del “bloque de los 44″ del radicalismo pronunciaba en la Cámara de Diputados de la Nación. Tras la derrota de la Unión Democrática en la elección presidencial de febrero de 1946 (que integraba la Unión Cívica Radical), un Balbín de 38 años comenzó a levantar la cabeza, al decirles a sus correligionarios que “los autores de la derrota deben irse”. Algo parecido al “comando derrotado comando a casa” que dijo Antonio Tróccoli, Ministro del Interior de Raúl Alfonsín en septiembre de 1987. Eran otros tiempos con más dignidad y poca cabida para los distraídos. Con una oratoria poco común Balbín se constituyó en un opositor relevante durante la primera presidencia de Perón y, con su uso de la palabra y sus acertados silencios, pasó a convertirse en una figura obligada de la oposición.

En 1950 el Congreso expulso a dos enconados diputados (Agustín Rodríguez Araya y Atilio Cattaneo), y a Balbín lo privó de su inmunidad parlamentaria siendo juzgado por desacato por sus palabras pronunciadas durante un discurso de barricada. En consecuencia, en marzo de 1950, es detenido y encerrado diez meses en el penal de Olmos, en La Plata. En 1951 es candidato a presidente de la Nación, acompañado por Arturo Frondizi, y resulta vapuleado en las urnas.

Desde 1955, año del derrocamiento y exilio de Perón, el dirigente radical habrá de convertirse en un duro adversario del ex presidente constitucional. Con el tiempo, durante una Argentina que no encontraba su rumbo de esplendor, los contactos radicales con el Juan Perón de Puerta de Hierro, España, comienzan a frecuentarse. No fueron ajenos al trazado de un nuevo camino los dirigentes Facundo Suárez y Alberto Assef entre otros. El radical mendocino entro en la residencia “17 de Octubre”, sita en Navalmanzano 6 de Puerta de Hierro, el 10 de agosto de 1967 y luego recordó: “No hicimos ningún pacto. Hablamos de la posibilidad de vivir en común. Perón no lo rechazo. No parecía tener agravios y si nos envolvíamos en los recuerdos de los mutuos agravios, volveríamos a ser caníbales.” Frente a este inusitado gesto para la época, Balbín comentaría: “Si yo olvido los fusilamientos, alguien tiene que olvidar que estuvo preso.” Poco después, en 1970, tras el asesinato de Aramburu, cuando el castrismo comunista comenzó a sacarse la careta y nacían Montoneros, el ERP y las Fuerzas Armadas Revolucionarias, sembrando de muertes al país, a través de Jorge Daniel Paladino, Perón le hizo llegar una carta a Balbín.

Comienzo de la carta de Perón al jefe radical

“Tanto Usted como yo ‘estamos amortizados’, casi ‘desencarnados’. Ello nos da la oportunidad de servir a la Patria en los momentos actuales, ofreciendo una comprensión que nos haga fuertes para enfrentar, precisamente la arbitrariedad de los que esgrimen la fuerza como única razón de su contumacia. Como hemos sido víctimas ya de los intentos de disociación por la descomposición de algunos de nuestros dirigentes, tentados por la dictadura militar en diálogos no confesables, no queremos que Ustedes lleguen a pensar lo mismo de nosotros. Tenemos vinculaciones con radicales del Pueblo pero, tratándose de llegar a acuerdos solidarios entre nuestras fuerzas, no hemos de recurrir sino a las autoridades naturales del partido, personificadas en Usted. Separados podríamos ser instrumentos, juntos y solidariamente unidos, no habrá fuerza política en el país que pueda con nosotros y, ya que los demás no parecen inclinados a dar soluciones, busquémoslas entre nosotros, ya que ello sería una solución para la Patria y para el Pueblo Argentino. Es nuestro deber de argentinos y, frente a ello, nada puede ser superior a la grandeza que debemos poner en juego para cumplirlo. El compañero Paladino podrá ampliarle mis pensamientos al respecto. Le ruego que, con mis saludos de compatriota, quiera aceptar mis mejores deseos.”

Días más tarde, en un largo informe que Paladino le hizo a Perón, el 13 de octubre de 1970, dirá que se volvió a reunir con Balbín y Enrique Vanoli (su secretario político) y “hablamos de abrir el diálogo con todos los partidos, con una estrategia común. Después le di su carta, mi General, cuando él me preguntó por Ud. Quedó impresionado como un chico. La leyó y releyó ahí mismo y después se la pasó a Vanoli. Movía la cabeza mientras leía y varias veces dijo en voz baja, hablando más con él que conmigo: Claro, esto pudo ser así, claro, esto es muy cierto… Si publico esta carta ahora –me dijo después—hay gente de mi partido que me va a hacer trizas. Le voy a contestar a Perón, y después veremos”. Pocas semanas más tarde nacía “La hora del Pueblo”.

El lanzamiento multipartidario se realizó en noviembre de 1970 en el departamento del independiente Manuel Johnson Rawson Paz, en la calle Montevideo casi avenida Alvear. Para la historia, esta la foto que muestra a Paladino escuchando la lectura de la declaración realizada por Balbín y Rawson Paz dos sillas a su derecha. Allí estaban, por primera vez en la historia, los más altos dirigentes de la UCRP, Justicialismo, Socialista Argentino, Conservador Popular y el Bloquista para exigirle al gobierno militar el retorno a la normalidad constitucional; la actividad política; un llamado a elecciones sin exclusiones y respeto a las minorías. Nadie lo decía abiertamente, pero los días de la presidencia de facto de Roberto Marcelo Levingston estaban contados. Alejandro Agustín Lanusse ocuparía el centro del poder militar.  A fines de 1971 Paladino renuncia y Héctor Cámpora se convierte en el Delegado de Perón. De esta época hay otra carta de Perón a Balbín con fecha 2 de febrero de 1972.

  El 17 de noviembre de 1972 Perón volvió a la Argentina por unas semanas luego de seis mil días de exilio. El domingo 19 Perón y Balbín se volvieron a dar la mano durante una reunión con “La hora del Pueblo” en Gaspar Campos. Fue un encuentro accidentado como contó Vanoli: “Llegamos tarde porque fuimos por avenida del Libertador y los otros integrantes por la avenida Maipú. Para poder entrar Balbín debió saltar una cerca y no se pudo realizar el encuentro a solas. “A Perón le estaban diciendo que Balbín trabajaba en unión con Arturo Mor Roig (Ministro del Interior de Lanusse) para obtener ventajas y eso no era cierto. A través de un amigo del coronel Jorge Osinde le hago saber a Perón que Balbín quería hablar a solas y rápidamente nos dijeron que lo esperaba el 20 de noviembre”. La reunión se llevo adelante a pesar de la desaprobación de Arturo Illia y Raúl Alfonsín, integrantes de la mesa política del partido. Ese día, como observó con su acostumbrada originalidad Guido Di Tella, a través de los diálogos se concretó un nuevo clima: “Nuestro Pacto de la Moncloa fue el entendimiento entre Perón y Balbín. Las elecciones de 1983 son consecuencia de aquella coincidencia, que hace revivir viejos rencores”.

En esas horas Balbín diría que el encuentro “no lo hice por interés, no lo hice por cálculo. Lo hice por vocación. Hay algunos que dicen que yo salté un cerco. Es verdad: salté una pared que dividía la misma propiedad. Pero yo vi una cantidad de personajes que saltan varias veces los cercos buscando algo. Claro que algunos están presos. Yo lo combatí. No participé de sus modos políticos. Causamos profundas separaciones en el pueblo. Pero dejé mucho de lo mío, y tal vez él haya dejado algo de lo de él, para poder conversar. Esa conversación, lo sigo creyendo, fue una de las buenas cosas que ocurrieron en la Argentina.”