El «Negro Lechuza» una leyenda de Areco. El piletón del río lleva su nombre.

 

Mucho se ha hablado por estos días del «Negro Lechuza» personaje de principios a mediados del siglo pasado que habitó en Areco y se destacó por algunas habilidades conocidas como las de eximio nadador y otras menos conocidas y hasta sorprendentes.

El motivo de tales recordaciones y comentarios fue la extracción de manera poco ortodoxa de una placa que se encontraba amurada al piletón que por estos días trae polémicas sobre su conveniencia hidráulica e histórica de un Areco pasado y que lleva el nombre de Pedro M. Lucero que así se llamaba el «Negro Lechuza.»

Su verdadero nombre según consta en su acta de nacimiento era el de Pedro Crisólogo Lucero, aunque después aparece en otro documento como Pedro Manuel como lo llamaba su madre aunque en el acta de defunción- vaya a saber porqué-, figuraba Pedro Crisóstomo como igualmente reza la placa en su tumba del cementerio de Areco.

 

Había nacido el 4 de diciembre de 1893, hijo natural de Dionisia Lucero que era hermana del bisabuelo de nuestro conocido historiador Juan Aurelio Lucero que fue quien nos suministró datos de la vida, andanzas y muerte de El Negro Lechuza.

Desde muy pequeño solía acompañar a un tío que era pescador y de esa manera se familiarizó con el río Areco y  no lo dejó nunca más, en el que  corrió carreras de natación con todos los nadadores de la época- siempre apostando plata-,  siendo comunes las que se corrían desde el puente  de fierro hasta las compuertas o más cortas desde el Puente Viejo al molino en ocasiones por debajo del agua.

Fue pescador, amaba su libertad, y por los dichos de la época, tenía imagen de vago y atorrante, manso y con la característica de que  lo mantenía su familia salvo ocasiones en que vendía algunos pescados; parroquiano del boliche Los Principios de Fernández- no se supo que bebiera en demasía -, humilde,  bohemio, sencillo simple y soltero igual que sus dos hermanas.

Tenía un cuerpo fuerte, no demasiado alto, morocho, morrudo con anchas espaldas que le había dado su continuo nadar por placer por deporte o para cumplir con su  tarea de salvataje de personas en peligro o del rescate de ahogados.

Es que él era quizás el único que siempre sabía dónde buscar los cuerpos y se zambullía donde nadie se atrevía; de tanto “vivir” en el agua quedó sordo y quizás haya sido su sordera la que contribuyó a su muerte que se produjo cuando lo atropelló un camión del que no escuchó su bocina en la esquina de Moreno y Mitre; corría el día 23 de agosto de 1947 y gente de ese tiempo como el intendente Gorordo, Güiraldes, Oberti, Laplacete y otros crearon una comisión para sufragar los gastos de su entierro

Pero hay muchas otras cosas que destacaban al Negro Lechuza aunque no han trascendido demasiado; un ejemplo lo brinda el Diario La Gazeta en 1936 cuando publica Cuentos del río con la firma de Pedro Manuel Lucero o cuando se toma conocimiento que algunos de los animales embalsamados- el burro de la tahona del patio de la Pulpería La Blanqueada o del Zoológico Merti son obra de su habilidad como taxidermista.

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Habitó hasta su muerte en la vieja casona de Belgrano 82- frente al Registro Civil-, y de él siempre se dijo que vivió de la caza- armaba sus cartuchos con una vieja máquina-,  y de la pesca aunque solo lo aceptaba si se hacían para comer y quedan algunas anécdotas de esa época en que el río ofrecía grandes peces como dorados, patíes o surubíes; y entre ellas la pelea que sostuvo con un dorado que llegó a lastimarlos y que, pese al pedido de un señor Zerboni para que se lo vendiera entero, sostuvo que valía mucha plata y terminó vendiéndolo trozado.

 

Tras su muerte se colocó las placas de mármol de la controversia en el piletón en el año 1971 como homenaje a ese personaje que había amado el río y del que había rescatado muchas personas y que hasta tuvo el reconocimiento de Ricardo Güiraldes que lo menciona en su Don Segundo Sombra tal como hizo con Victoriano Nogueira y otros ciudadanos de Areco.

Hombre sin demasiadas aspiraciones supo alternar con Don Segundo Ramírez sin llegar a ser amigo ya que trabajó un tiempo en La Porteña. De los dueños de esta estancia queda la anécdota de que cuando “robó” unas frutas fue descubierto y tuvo que pagar con trabajo; tenía por entonces 14 años.

De esas travesuras quizás empujadas por la necesidad quedan otras historias como cuando también lo hacía en la quinta de Guerrico o en La Blanqueada donde por entonces vivía un tal Llantín  de gran contextura física y a quien entraba a sacar sandías a la hora de la siesta en que este dormía hasta que descubierto huyó con una sandía perseguido por Llantín hasta que se zambulló en el río junto al Puente Viejo, se escondió entre los juncos de la margen izquierda y el quintero pensó que se había ahogado ya que no se veían rastros del Negro Lechuza que seguramente solo asomaba la nariz para respirar.

Llantín fue a la comisaría a denunciar que el Negro se había ahogado pero el Comisario, conocedor de las habilidades de Lucero, le dijo: No, seguro que se debe estar riendo de nosotros. Y así fue; pasado el peligro Lechuza emergió y volvió a su casa.

Quizás haya muchas personas que conozcan más de este pintoresco personaje pero, con la colaboración de Juan Aurelio Lucero, pretendimos reconstruir parte de una historia del viejo Areco.

Hoy al desaparecer las placas que inmortalizaban su nombre y su labor de custodio del río bueno hubiera sido que se lo hubiera comunicado a la familia del Negro Lechuza quienes han manifestado cierto sentimiento de tristeza por ser reconocido como salvador de vidas y merecían que le fuera restituida; si bien pudieron haberla quitado- y roto según se cree-, alguna persona que no supiera de su valor histórico, se sabe que hay funcionarios muy cercanos al intendente Durañona que a través de sus mayores conocen bien de que se trata más no tuvieron la sensibilidad de dar a ese homenaje en mármol un tratamiento mejor.

Como colofón de esta nota reproducimos un texto aparecido en La Gaceta tratando sobre la inauguración del Museo Gauchesco “Ricardo Güiraldes” y algunos de sus primeros elementos.

La Gaceta, 30 de Agosto de 1947.

 

“Para establecer la procedencia de los elementos donados es preciso distinguir entre familiares, amigos y vecinos del pago. Estos últimos estuvieron representados en las figuras de Don Saturnino J. Enzué y Don Elías Romero quienes proveyeron al parque de una hacienda vacuna, yegüarizos y lanares de pura cepa criolla. Los familiares de Victorino Nogueira y Aníbal Saunders ofrecieron aperos de ensillar y prendas artesanales. Las correcciones de Ricardo Güiraldes sobre el borrador de Don Segundo Sombra fueron donadas por el hijo de Francisco Colombo quien había sido su impresor original. El taxidermista Crisólogo Lucero, famoso en el lugar por sus numerosos rescates en el río, aportó parte de su colección.”

Fuente: Juan Aurelio Lucero