LA GACETA Año I- Nº 12 del 25/4/1937 VIDA Y MILAGROS DE DON MANUEL LUCERO (A) El “Negro Lechuza” Contada por el mismo Durante los veranos me pasaba los días enteros en el río. A los diez años yo era una rana. Me daba más de veinte baños por día.
Me juntaba con otros chicos y andábamos siempre sin ropas.
Solamente nos dejábamos las zapatillas para no pincharnos los pies cuando nos corriera la policía. Nos corría una cantidad de veces al día.
La ropa la teníamos escondida en la isla y cuando nos veíamos apurados nos zambullíamos al agua por cualquier lado.
Para no volver a las casas comíamos huevos de gallo, camambuses, nabos y frutas robadas.
Los nabos tenían tres o cuatro hojas y reventaban la tierra para arriba.
Nosotros los sacábamos a cuchillo. Ahora no los hay más.
Los había verdes y colorados. Los verdes eran dulces y picantes los colorados. Los comíamos con pan y sal.
A menudo corríamos a la nutria. Yo era la nutria y los demás los perros.
Cancha, del tajamar al Puente Viejo. La casa de la nutria la pared del Tajamar.
Me corrían más de veinte muchachos; todos buenos nadadores como ser entre los que recuerdo: Domingo Pazaglia (h.), Ángel Martino, Carlos Camilla, Roberto y Rodolfo Méndez, Ernesto Muñoz, Avelino y Antonio Rodríguez, et., etc.
Hacia lo que quería con ellos en el agua, entraba y salía a las casas siendo una casualidad que me agarraran. Unos me corrían, otros me salían al cruce nadando.
Cuando estaba muy cerca me zambullía saliendo a la orilla y sacando únicamente la nariz entre la gramilla para que no me vieran.
A la siesta robábamos sandias y melones.
Una tarde fuimos a “La Blanqueada” y entramos en la huerta.
Yo no podía cortar una sandia grande que tenia entre las manos cuando me lo veo venir a Llantín con una cuchilla grande y me decía: “Ahora vas a ver, te voy a matar”.
Al fin pude cortar la sandia y disparé con ella. Llantín me corría, ya me tenía cerca; si no hubiese sido la puerta de la quinta que tenia resorte tal vez me agarra.
Pero en la atropellada cuando yo empujé de golpe la puerta, está volvió con violencia y voltio a Llantín que venía atrás mío.
Ahí lo aventajé un poco pero en cuanto se levanto me siguió haciendo revolear la cuchilla como para tirármela.
Cosa que yo agarraba no la soltaba más, así que yo seguía disparando con la sandia hasta que llegué al rió y la tire al agua.
Atrás me zampé yo de cabeza con la ropa y todo; pegue la vuelta debajo del agua y me escondí entre las raíces de un sauce llorón grandote que había en la costa.
Llantín paseándose de un lado para otro decía: “este muchacho se ha quedado enterrado en el barro”.
Fue a dar cuenta a la comisaría. Cuando supieron que era yo le dijeron; “que se va a quedar enterrado en el barro el negrito “Lechuza” si es peor que los pescados….”
La policía no se incomodo para nada.
Quiero mucho a los chicos, éstos me obedecen y me respetan en el río.
Cuando hacen picardías me acuerdo de las que hacía yo antes. Si les quieren pegar yo los defiendo.
Gentileza. Juan Aurelio Lucero
