El equipo de Martino le ganó 4-0 al local con goles de Higuaín -2-, Messi y Lavezzi; el domingo se enfrentará con el ganador de Chile-Colombia
La selección argentina puede no ganar la Copa América, por supuesto. Porque las finales no siempre premian al mejor, y también porque la magia del fútbol suele guardarse sorpresas o giros fuera de programa. ¿Y quién puede negar que Colombia y Chile tienen argumentos para plantarse el domingo en Nueva Jersey con el pecho inflado y la misma sed? Pero si el título llega, si la Argentina abandona la sala de espera en la que se quedó dormida hace tanto tiempo, habrá sido por decantación. No hay equipo en el mundo que se instale en tres finales consecutivas porque una pelota pega en el palo y entra o pega en el palo y sale.
Pero no. A veces el peso específico no juega en la balanza del fútbol. Por eso también conviene valorar cómo la Argentina ha logrado instalarse tan alto sin que a nadie le llame demasiado la atención. Es su carácter dominante lo que hace parecer normal lo extraordinario. La espectacularidad del asunto, en todo caso, ayer -y casi siempre- quedó anclada en el cuerpo del chico de la camiseta 10. No tuvo Estados Unidos más que ganas de ganar. Pero el efecto se consumió muy rápido. De principio a fin, la selección lo hizo parecer un holograma sobre el césped. Y las frases altisonantes de los días previos, leídas hoy, resultan una ironía: el juego de las palabras nunca será más determinante que el de la cabeza y los pies, verdadera sal del fútbol. Anoche, una vez más, quedó demostrado.
Cinco partidos, cuatro goleadas. El camino de la Argentina hasta la final de la Copa tuvo más contratiempos en las lesiones propias que en las piedras que pudieran esparcir los rivales. Hay dinamita en los delanteros, fortaleza en el entramado defensivo, recursos en el banco. Hay convencimiento de qué teclas deben tocarse en cada momento, porque hay intérpretes para cada melodía. Hay toneladas de sangre acumuladas en los ojos. Hay ganas de hacer un bollito con las estadísticas negativas y comérselas a los pies de la estatua de la libertad, cuando el domingo se termine. Porque hay hambre. LA
La insólita lesión de Ezequiel Lavezzi
El Pocho chocó de espaldas contra un cartel y terminó golpeando durante del otro lado de ese lugar duramente contra el piso. Tiene luxación de hombro y habría que operarlo.
Fueron un par de minutos fatales para Argentina, no por lo que estaba pasando en el campo de juego, donde ganaba 3 a o tras un tempranero gol en el segundo tiempo de Pipita Higuaín.
Corría casi el minuto 60 cuando Augusto Fernández hizo señas de cambio. Ingresó Lucas Biglia. Ahí nomás, Marcos Rojo parecía que salía y se retiraba de la cancha.
Pero, lo peor le pasó al Pocho Lavezzi, quien quiso parar una pelota de espaldas a un cartel, sobre la línea del campo de juego y cayó aparatosamente de espaldas.