Los instantes finales de Arturo Illia en el poder

Cómo transcurrieron las horas del presidente entre el final del 27 de junio y el comienzo del 28, cuando se produjo su salida forzada de la Casa Rosada

Illia, al salir de la Casa de Gobierno, tras el golpe
Illia, al salir de la Casa de Gobierno, tras el golpe. Foto: DyN / Archivo
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El gobierno de Arturo Illia terminó el 28 de junio de 1966. Ese día, del que hoy se cumplen 50 años, marcó el cierre forzado de un gobierno que debió lidiar con todo tipo de presiones y críticas desde los factores de poder. Como afirma Luis Alberto Romero en su libro «Breve historia contemporánea de la Argentina», la presidencia de Illia «se definió por el respeto de las normas, la decisión de no abusar de los poderes presidenciales y la voluntad de no exacerbar los conflictos y buscar que éstos decantaran naturalmente».

El historiador subraya que «las críticas se centraron en esta modalidad, tachada de irrealista e ineficiente, revelando el escaso aprecio que en la sociedad argentina existía por las formas democráticas e institucionales». La caracterización que Romero hace de Illia, sus actitudes y la sociedad nacional quedaron fielmente expuestas en las últimas horas del presidente radical en el poder.

Illia encaró el operativo que lo derrocó en medio de la enfermedad de su mujer, internada en Estados Unidos en grave estado. El 27 de junio de 1966, el golpe militar contra el radical estaba en marcha, pero se concretaría en las primeras horas del día siguiente.

Según cuenta Felipe Pigna en «Los mitos de la historia argentina 5», el brigadier mayor Adolfo Teodoro Álvarez le pidió a Illia, ese 27de junio, que renunciara «para evitar males mayores». El presidente contestó que lo iban a tener que echar, porque no presentaría la dimisión.

A un año del golpe, Illia contaba en una entrevista que publicó la revista Gente que intentó «hablar por radio y televisión», pero no pudo porque «ya estaban tomadas las líneas de la Central Cuyo».

Y reveló: «Acepté una sugerencia y quise trasladar todo el gobierno a otra provincia para luchar desde allí. Llamé a Córdoba, a Entre Ríos, a Santa Fe. Pero no había nada que hacer: la revolución era en todo el país (.) Cuando a las doce de la noche firmé un decreto destituyendo a [Pascual] Pistarini [jefe del Ejército] ya no me quedaban esperanzas de que las cosas cambiaran».

En las primeras horas del 28 de junio fatídico, las Fuerzas Armadas emitieron dos comunicados en los que se remarcaba que la situación era «normal» y estaba controlada.

Esos informes subrayaban que los insurrectos se encontraban al mando de todas las gobernaciones. Mientras tanto, la presión militar se hacía sentir en las afueras de la Casa Rosada, con vehículos pesados, tanques y camiones cargados de tropas del Regimiento 3 de Infantería.

Un documento titulado «Acta recuerdo» dejó asentados en el papel los momentos finales de Illia en la presidencia. Lo confeccionó un grupo de jóvenes colaboradores del presidente. «Alrededor de las cinco de la mañana del 28 de junio de 1966, irrumpen en su despacho el general [Julio] Alsogaray y los coroneles Perlinger, González, Miatello, Prémoli y Corbetta», dice el acta.

Mientras se deba la invasión al despacho, Illia le firmaba una foto a uno de sus colaboradores, por lo que Alsogaray le ordenó que dejara de hacerlo. El «Acta recuerdo» reproduce pasajes de la discusión que Illia sostuvo con los militares en sus últimos minutos como primer mandatario.

Alsogaray:En representación de las Fuerzas Armadas, vengo a pedirle que abandone este despacho.

Illia:Usted no representa a las Fuerzas Armadas, sólo representa a un grupo de insurrectos. Usted, además, es un usurpador que se vale de las fuerzas de los cañones y de los soldados de la Constitución para desatar la fuerza contra la misma Constitución, contra la ley, contra el pueblo. Usted y quienes lo acompañan actúan como salteadores nocturnos, que, como los bandidos, aparecen de madrugada.

Las palabras subieron de tono, Alsogaray le dijo a Illia que estaba garantizada su seguridad con un traslado a la quinta de Olivos; el mandatario le contestó que no le importaba su bienestar personal.

Alsogaray:¡Recibo órdenes de las Fuerzas Armadas!

Illia:¡El único jefe supremo de las Fuerzas Armadas soy yo! ¡Ustedes son insurrectos! ¡Retírense!

Con el despacho presidencial bloqueado por los militares, a las seis de la mañana un grupo de ellos encabezados por el coronel [Luis César] Perlinger tomó la posta del apriete final a Illia para que dejara el poder. El «Acta recuerdo» reproduce el tenso diálogo.

Perlinger: ¡Doctor Illia, en nombre de las Fuerzas Armadas, vengo a decirle que ha sido destituido!

Illia: ¡Ya le he dicho que ustedes no representan a las Fuerzas Armadas! ¡A lo sumo, constituyen una fracción levantada contra la ley y la Constitución!

Perlinger: Me rectifico, en nombre de las tropas que poseo.

Illia:¡Traiga esas fuerzas!

Perlinger: No lleguemos a eso

A las 7.25, según el acta, comenzó el desenlace. Irrumpieron en el despacho efectivos de la Guardia de Infantería de la Policía Federal, armados, que se pusieron frente a la mesa del presidente, con Perlinger a un costado. El documento histórico relata:

Perlinger: Señor Illia, su integridad física está plenamente asegurada, pero no puedo decir lo mismo de las personas que aquí se encuentran. Usted puede quedarse, los demás serán desalojados por la fuerza.

Illia: Yo sé que su conciencia le va a reprochar lo que está haciendo. (Dirigiéndose a la tropa policial) A muchos de ustedes les dará vergüenza cumplir las órdenes que les imparten estos indignos (.)

Perligner: Usaremos la fuerza.

Illia: Es lo único que tienen.

Perlinger: ¡Dos oficiales a custodiar al Dr. Illia! ¡Los demás avancen y desalojen el salón!

En ese pasaje, el «Acta recuerdo» explica que la tropa avanzó y los oficiales quisieron acercarse a Illia, pero los acompañantes del presidente lo impidieron. Entre forcejeos, el mandatario avanzó hacia la puerta con sus colaboradores, mientras el despacho quedaba en manos de la tropa policial.

Así reflejó Sucesos Argentinos el golpe.

Illia recordaba, sobre ese tramo final: «Me ofrecieron un coche de la presidencia, pero lo rechacé (.) En eso, vi que se acercaba entre la gente el que había sido mi ministro de Educación, [Carlos] Alconada Aramburú, y me decía que vaya con él. Yo lo seguí y nos metimos en el coche de él. Adentro íbamos siete personas. Me acuerdo que mi hermano Ricardo iba sentado en las rodillas del subsecretario Vesco. Así llegamos hasta Martínez, hasta la casa de Ricardo».

Leandro Illia, hijo del ex presidente, consideró ayer, en un artículo para la agencia Télam que «a Illia lo derrocaron por sus aciertos, no por sus errores». Y recordó una frase de su padre: «A mí me derrocaron las 20 manzanas que rodean la Casa de Gobierno».