Un gaucho argentino no domestica caballos con látigos o espuelas. Martín Tatta en La Rural

Associated Press

Martin Tatta es un entrenador de caballos autodidacta. Durante los últimos 11 años Tata ha mostrado un estilo único de comunicarse con los caballos, en actuaciones para turistas de todo el mundo. Nacido y criado en una finca de San Antonio de Areco, Tatta ha vivido y trabajado entre los caballos toda su vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No hay látigos a la vista, gritos ni espuelas. Ni siquiera una mano firme en las riendas, pero Martín Tatta consigue de alguna forma que su querido Milonga le regale proezas acrobáticas, desde paradas de mano hasta otras poses más extraordinarias que ni siquiera los caballos mejor domados son capaces de realizar.

Ayudándose solamente con toques delicados, un engatusamiento amable y unos cuantos arrumacos, parece que Tatta — de poco más de 30  años — es capaz de influir en sus corceles para que hagan casi cualquier cosa.

 

«Para mí es algo natural. Nadie me enseñó. Lo aprendí por mí mismo» , dijo Tatta en una entrevista para The Associated Press.

Hace 11 años, un productor  de la zona quedó sorprendido con la forma en la que Tatta domaba a los caballos sin necesidad de la fuerza, por lo que le sugirió que diera actuaciones para los turistas. Desde entonces, Tatta ha viajado por el mundo exhibiendo su don con los caballos.

 

 Básicamente, lo que Tatta consigue es domar a un caballo salvaje «sin necesidad de utilizar el uso de la fuerza bruta, más bien todo lo contrario, lo consigue de un modo íntimo y delicado, sin que por ello carezca de disciplina, de forma que casi sin que usted se dé cuenta consigue cosas maravillosas».

Ya no sorprende a ningún vecino de Areco estas actuaciones y habilidades de Martín y ver desplegada tanta destreza pero en esta oportunidad Martín Tatta brilló , junto a todos sus compañeros, en la histórica inauguración de la muestra Rural en Palermo este sábado y nada menos que con la presencia del presidente Mauricio Macri y de miles de asistentes que aplaudiroin a rabiar esta forma de relación entre un gaucho y su caballo.