Una historia de amor ¿Qué me hacía feliz cuando era feliz?

Eran adolescentes y él quería casarse. A ella la idea la asfixiaba; necesitaba salir del pueblo y descubrir qué había más allá. Lo que Laura no sospechaba era que perseguir sus sueños tendría un costo alto: no volver a amar como la primera vez

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Tenían una relación muy sana, que era la envidia de todos, pero ella sentía que quería abrir su cabeza hacia otras aventuras
Tenían una relación muy sana, que era la envidia de todos, pero ella sentía que quería abrir su cabeza hacia otras aventuras.

«¿Por qué iba a decidir con dieciocho años el resto de mi vida?»

Ese fue el pensamiento que se apoderó de Laura al terminar el secundario, a pesar del amor que sentía por Gustavo. Sí, es cierto que lo quería mucho. Él, su primer novio, era un chico dulce. Las compañeras del colegio de mujeres al que ella asistía lo adoraban por sus gestos románticos y por ser tan distinto a otros chicos del pueblo. Empezaron a salir un 5 de noviembre de 1988, cuando se conocieron en la fiesta de quince de una amiga, y desde el inicio fue uno de esos noviazgos alegres, con mínimos gestos cotidianos, permanentes.

«Él esperándome a pesar de la helada o de la niebla a las 7:00 hs en la parada del colectivo para caminar juntos esas doce cuadras hasta el colegio. Estar en un retiro espiritual, abrir la bolsa de dormir que me había prestado, y ver una rosa y una cartita esperándome. La primera Nochebuena que pasaría con mi familia, ir a la misa de gallo al pueblo que quedaba a 7 km y, por el corte de recorrido de colectivos, pasar el 24 a la noche en la terminal de colectivos saludándonos con gente desconocida mientras papá esperaba con el asado en casa», recuerda Laura.

Un pasacalles colgado por ella a las seis de la mañana, todo pintado con témpera y con las marcas de los piececitos de su hermanita. Las salidas al río con los más pequeños de la familia a cuestas y buscar el rincón por donde caminar solos, el que fuera posible. Pequeños gestos. Enormes.

Gustavo había madurado rápido. Tal vez porque su mamá había enviudado unos años antes y él tuvo que dejar la escuela y salir a ganarse la vida para ayudarla a ella y a su hermana. Trabajaba en una fábrica, en un supermercado y los fines de semana era el tarjetero de un boliche de moda. Tenía la mejor esquina, la de la plaza, y era de los que más vendía entradas por ser siempre educado y nada canchero como el resto. El esfuerzo que hacía era admirable.

Se conocieron en una fiesta de 15 en plenos años 80
Se conocieron en una fiesta de 15 en plenos años 80.

A veces, Laura lo acompañaba al boliche. Época ochentosa, rulos batidos, minis o pantalones verde agua. Erasure, Europe, R.E.M, Scorpions, lentos infaltables para terminar la noche.

Ella no estaba lista

Pero pocos días antes de concluir el secundario, Laura terminó la relación.

Él quería casarse. Y a pesar del amor que ella sentía por él, la idea a Laura le resultaba asfixiante. Tenía la certeza de que allá afuera había todo un mundo por conocer. No sabía cómo podrían ser esas otras realidades, pero no dudaba de que, si se casaba, jamás lo descubriría.

Pasaron los días y ella lo extrañaba muchísimo. Frenaba delante de su casa y lloraba. Pero aun así, sentía que había sido la decisión correcta.

No lo volvió a ver.

Laura estudió turismo y viajó durante trece años por distintos rincones de la tierra, descubrió paisajes de ensueño y otras culturas.

De Gustavo supo que había estado flaco y deprimido durante un año y que después conoció a alguien y tuvo un hijo.

Los años pasaron y Laura no volvió a sentir nada por nadie más. Salía, quería sentir atracción, pero sentir, no sentía nada. «Ante los intentos fallidos me preguntaba por qué una no puede tener una relación sana, sincera, alegre como tiene con una amiga, pero con pasión. ¡Eso tiene que ser posible! Y hasta me había convencido de que quizás era un castigo divino por haber sido tan egoísta», rememora Laura hoy.

Sus amigas del secundario se cruzaban con Gustavo cada tanto y le decían a ella que él estaba igual y que «vos deberías haberte casado con él».

Pasaron veintiún años

Una y otra vez en la cabeza de Laura sonaba una misma expresión «uno vuelve siempre a los viejos sitios en donde amó la vida» y se preguntaba: «¿qué me hacía feliz cuando era feliz?»

Fue así como volvió a comprarse una guitarra, retomó su actividad con los scouts y buscó en Facebook a Gustavo. Su intención no era hablarle, sólo ver una foto e imaginarse cómo estaría.

Pero hubo chat el lunes, chat el martes y un encuentro pautado para el miércoles.

Ese día ella tenía una junta corporativa en uno de los hoteles de la cadena para la que trabaja. Su cabeza estaba muy lejos de allí. Ansiedad adolescente. En la mitad del almuerzo laboral, llegó un ramo de flores gigante y se lo entregaron. «No, están equivocados, yo no organizo el evento», dijo Laura, hasta que de pronto vio la tarjeta y reconoció esa letra tan querida.

En el reencuentro, Gustavo le confesó a Laura que durante 21 años, cada vez que grababa un CD, ponía como primer tema ¨In my dreams» de Reo Speedwagon. Esa canción con la que se pusieron de novios. Él nunca la había olvidado.

Al día siguiente, Gustavo se fue de su casa conyugal. Era una decisión que él debería haber tomado mucho tiempo atrás. Estaba envuelto en una relación que hacía años no funcionaba. Ver a Laura fue reconfirmarlo y recordar que alguna vez fue feliz y que podía volver a serlo.

Gustavo habló con su hijo de 20 años. Le explicó que jamás se había portado mal con su mamá, que no era una relación paralela ya que nunca la había engañado. Le dijo que su amor con Laura siempre había sido franco, puro.

«Si se querían tanto, ¿por qué se separaron?», quiso saber el hijo. «Si se quedaba conmigo no iba a poder cumplir sus sueños. Y estuvo bien así. El amor es querer que el otro sea feliz.»

La ceremonia en la que Laura y Gustavo, ahora sí, prometieron acompañarse en la vida.

Laura y Gustavo se reencontraron en diciembre del 2012 y once meses después, un 8 de noviembre, se casaron en una ceremonia emocionante. Una en la cual se celebró el hecho de que el amor sano y feliz sí es posible. Una en donde ambos le agradecieron a la vida la posibilidad de una segunda oportunidad, 21 años después y a pesar de toda la vida transcurrida.

Ahora también viajan, pero juntos.

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