Marchas ecuestres más allá de la hazaña de Gato y Mancha

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Con fecha 25 de julio de 2001 (salida simbólica), el señor Eduardo Díscoli, se lanzó a la siempre difícil empresa de unir a uña de caballo, nuestro país con el “gran” (¿) país del norte, con la idea de proseguir, barco mediante, hasta la “madre patria”, donde luego de volver a cabalgar por su territorio, aspira a embarcar nuevamente para, cruzando el Mediterráneo, desembarcar en Marruecos, norte de África, y realizar allí la última parte de su travesía hípica, simbolizando así el retorno del caballo al lugar donde comenzó su largo periplo cuando la invasión de los moros a la península Ibérica.
La marcha de Díscoli, motivó que desde un prestigioso matutino (1) se abordase el tema referenciando la hazaña de Tschiffely, señalando que de cumplir el nuevo emprendimiento en todo con su objetivo, se va a “llegar a superar la hazaña llevada a cabo, en 1925,…”
Esto nos llevó a reflexionar, que sería bueno recordar que la misma ya fue superada una media docena de veces, aunque no se puede desconocer que todos los que se lanzaron a la difícil aventura con posterioridad al viaje del maestro suizo, contaban con la certeza de que la marcha era posible; sólo él enfrentó la incertidumbre o el íntimo interrogante de ¿…se podrá?.

Tras su éxito pudieron cambiarse las rutas a seguir o el plan de marcha, pero la barrera del imposible ya había sido derribada en aquellos hoy lejanos años de la década del veinte.

Hurgando en nuestros papeles pudimos armar una síntesis de todas las marchas ecuestres de similar envergadura, que tomaron estado público.
El gran iniciador fue el ya citado Aimé Félix Tschiffely (suizo), quien junto a los nobles “Gato” y “Mancha”, realizó la travesía entre abril de 1925 y agosto de 1928.
Así podemos decir que a 12 años y seis meses de concretado aquel primer viaje, el jinete argentino Marcelino Soulé llegaba a Washington, para agregar inmediatamente la travesía de los EE.UU. de este a oeste.

Utilizó en su hazaña -que se extendió entre 1938 y 1941-, un total de tres caballos.

En octubre de 1950 inició la travesía una mujer: Ana Beker, quien alargó el periplo hasta la ciudad de Ottawa, en Canadá, utilizando en su marcha, que culminó en julio de 1954, un total de seis caballos. Contó para su emprendimiento con el aval de Eva Perón.
Pasarían dos décadas hasta que el caballista de Trenque Lauquen, Alberto Baretta, diera comienzo a lo que denominó “el regreso simbólico del caballo a España”; corría 1971 cuando con dos caballos criollos uruguayos, se lanzó a los caminos. Atravesó América hasta los EE.UU., y allí embarcó hacia España, donde a su arribo, cabalgó hasta la ciudad capital poniendo fin a su emprendimiento en 1976.
Según contara el propio Baretta, en los primeros años de la década del 40, un jinete de nombre Miguel Ricci, con un solo caballo, hizo la travesía de las Américas, iniciando tras cartón el regreso a la Patria ensillando el mismo animal, el que le mataron al estar atravesando Colombia, motivo por el cual dio por acabado su viaje, quedándose por largos años radicado en ese país.

A fines de los años 80 estaba viviendo en la ciudad de Mar del Plata.
Justamente por esos años (1987), se inicia el único viaje en sentido inverso: el matrimonio argentino integrado por Margarita Echebarne- Raúl Vasconcellos, unió California con Baradero (Bs.As.), ciudad a la que llegaron en noviembre de 1988. Utilizaron para la marcha dos caballos y dos mulas. (Este es el viaje de menor extensión).

En el mismo año de finalización de ese viaje, desde la muy austral ciudad de Ushuaia , el californiano Louis Brunhke y el ruso Vladimir Fissenko, con cuatro caballos criollos comenzaron una cabalgata cuyo destino final era Alaska, tierra a la que arribaron en 1993.
Por último, ese mismo año de 1993, desde los bonaerenses pagos de Madariaga, se hicieron a la aventura Hugo Gassioles y Héctor Dahur, con dos caballos criollos cada uno. Dahur quedó en México, mientras que Gassioles concluyó el viaje en Washington en 1996.
Es de desear ahora, que Eduardo Díscoli y sus fieles “Niño Bien”, “El Chajá” y “El Chalchalero”, puedan sumar sus nombres a esta casi larga lista de exitosos marchistas ecuestres.
La Plata, 22 de Septiembre de 2002

(Publicado en el N°48, 10/2002, de Revista «El Tradicional»)

Publicado por Carlos Raúl Risso 

En ampliación a una colaboración de Gabriel “El Inglés” Clancy