Nuevamente la violencia. Un mal endémico de la Argentina. Por Eduardo Clancy

 (Primera de 3 notas. Lunes 4 y martes 5 serán publicadas la segunda y la tercera y última.)

La violencia política ha vuelto a nuestro país, como un cáncer que se resiste a abandonar el cuerpo a pesar de ser tratado con distintas terapias.

Los ataques a puesteros indefensos, incendios de edificios y cortes de rutas por parte de “mapuches” encapuchados en el sur, los incendios de vehículos del Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires y la bomba con clavos y otros proyectiles colocada en las oficinas de la empresa INDRA ( a cargo del recuento de votos en las elecciones), han hecho renacer recuerdos tristes que pensábamos teníamos bajo llave.

Creo que deberíamos hacer un poco de historia de la violencia política en los últimos 50 años ya que los más viejos la sufrimos y los más jóvenes debieran conocerla para poder rechazarla.

Todo comenzó como un hecho aislado en abril de 1969: el copamiento y robo de armas a un vivac del Regimiento Patricios en Campo de Mayo, perpetrado por las F.A.L. (Fuerzas Armadas de Liberación).

Un mes después la subversión asesinó al dirigente gremial Augusto Vandor y poco después incendió 16 sucursales del supermercado Minimax por considerar a la empresa (propiedad de los  Rockefeller) un instrumento del imperialismo yanqui.

Estos episodios fueron el inicio de un clima casi diario de violencia 7 años antes del Proceso Militar iniciado el 24 de marzo de 1976, que como un veneno  infiltró y anestesió a nuestro tejido social y nos hizo cada vez más indiferentes ante los sucesos aberrantes que se publicaban en los medios.

En aquella época gobernaba el país una dictadura militar culminada por el gobierno del Gral. Agustín Lanusse , que asumió el poder en 1971. Su Ministro del Interior fue Arturo Mor Roig, un político radical que sentó las bases para el retorno a la democracia convocando a los partidos políticos para lo que llamó el Gran Acuerdo Nacional (G.A.N.) , que incluía propuestas de un documento del Justicialismo llamado La Hora del Pueblo.

Con ese fin Lanusse derogó el Decreto/Ley 18.975, que prohibía las actividades de los partidos políticos aunque subsistía  la prohibición al General Perón para ser candidato.

En las elecciones del 11 de marzo de 1973 triunfó el Partido Justicialista y su candidato Héctor J. Cámpora, que ejerció la presidencia desde mayo a julio de 1973, fecha en que renunció para convocar a una nueva elección.

El 23 de septiembre de 1973 la fórmula Juan D. Perón/ Isabel Martínez de Perón ganó en las nuevas elecciones con el porcentaje histórico de votantes más alto registrado hasta la fecha : 61,85%.  

Durante los meses de mayo y junio de 1973 hubo 33 actos de violencia por parte de Montoneros, E.R.P. y F.A.R. con secuestros, copamientos y asesinatos. La llegada del Gral.Perón al país el 20 de junio, produjo más de 500 heridos y muertos entre organizaciones de izquierda y derecha que se disputaron el entorno del palco ( puente 12 de la autopista Ricchieri), impidiendo que el recién llegado hablara a sus seguidores.

Muchos cabecillas de las organizaciones subversivas habían sido liberados de la cárcel el 25 de mayo, día en que asumió Cámpora la Presidencia, pero volvieron a la clandestinidad y la violencia negando la voluntad popular expresada en las elecciones.

El 1° de mayo de 1974, festejo del Día del Trabajo, el Gral. Perón echó a los Montoneros de la Plaza de Mayo llamándolos “estúpidos inberbes” y a partir de esa fecha los atentados se hicieron más virulentos. Perón falleció el 1° de julio de 1974 y asumió el cargo su viuda Isabel Martínez.    

El 15 de ese mes Montoneros asesinó a Arturo Mor Roig, ya retirado de la vida política, baleándolo por la espalda en un restaurant de Ciudadela. Ese asesinato absurdo no tuvo otro objetivo que infundir miedo y demostrar la capacidad de eliminar a quien se quisiera por el motivo que fuera.

La muchachada de clase media “progre” cantaba en las asambleas universitarias: “ Hoy, hoy, hoy. Hoy que contento estoy. Vivan los Montoneros que mataron a Mor Roig.”       

Pero esta exaltación de la muerte no era “progre” sino típicamente fascista:  basta recordar la frase “ Muera la Inteligencia, Viva la Muerte” del general Franquista José Millán de Astray durante su discusión en 1936 con Miguel de Unamuno, Rector de la Universidad de Salamanca.  Unamuno le contestó con sus famosas palabras: “ Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis”.

Al poco tiempo fue echado de su cargo por el gobierno de Franco. Los múltiples atentados terroristas perpetrados durante un gobierno elegido por el pueblo demuestran que el argumento de la lucha de una “juventud idealista” contra la dictadura militar es totalmente falso : se luchaba para arrebatar el poder a todo gobierno, fuera legítimo o “de facto.

Se lo hizo por medio de las armas y en el caso de Tucumán, con la ocupación de territorio y la apropiación de bienes en forma de “impuesto revolucionario”. Todo se hizo de acuerdo a los planes de expansión del régimen Cubano, que con financiamiento de la URSS proveyó dinero y armas para la creación de “focos” de insurrección  (Estrategia diseñada por nuestro compatriota Ernesto “Che” Guevara).

En 1973, durante el gobierno de Isabel Perón hizo su entrada en escena la organización “Triple A”, una creación del Ministro de Bienestar Social José López Rega, que asesinó a cientos de personas como antesala de lo que vendría en el gobierno del Proceso.

Con la llegada del gobierno militar en 1976, el Estado planificó la violencia y aplicó métodos salvajes de represión y “desaparición” de personas.

Al asesinato se sumó la rapiña y el robo de recién nacidos, en una triste página de nuestra historia que culminó con la insensata guerra de Malvinas.

Las familias arequeras que sufrieron esa etapa de violencia entre sus miembros y amigos tienen mucho para contar, pero me quiero referir a tres sucesos que son paradigmáticos de lo que sucedió en esos años ya que dos de ellos me rozaron de cerca.

Eduardo Clancy

Investigador de Historia

DNI. 4.363.495

San Antonio de Areco

Arq. Eduardo CLANCY