“Yo fui muy amigo del Padre Alfredo Kelly”. Reflexiones de Roberto Savanti

Esto dijo en su homilía el Cardenal Jorge M. Bergoglio, S.J. el 4 de julio de 2001 en San Patricio de Belgrano): “Yo soy testigo, porque lo acompañé en la dirección espiritual y en la confesión hasta su muerte, de lo que era la vida de Alfie Kelly.  Sólo pensaba en Dios.  Y lo nombro a él porque soy testigo de su corazón, y en él a todos los demás”;

(2ª y Última entrega)

 

 

Quiero recordar ahora el bellísimo testimonio escrito por el P. Alfredo J. Kelly -quien también fuera párroco de San Patricio de Belgrano- en su diario personal, tres días antes de ser asesinado junto a sus hermanos de Comunidad, padres Pedro Dufau y Alfredo Leaden y seminaristas Salvador Barbeito y Emilio Barletti.

Sus sentimientos, su oración, sus resistencias, su aceptación, su entrega valiente y su disponibilidad para ponerse en manos de Dios, nos recuerdan vivamente y con gran emoción, la oración de Jesús en el Huerto de los Olivos. Sin dudas, en Alfie y en sus hermanos, verdaderos Siervos de Dios, dos mil años después, Cristo revivió -una vez más- su Getsemaní. Es el testimonio final de un alma consagrada a Nuestro Señor Jesucristo y para mi tiene un valor excepcional.

“Diario Personal de Alfie Kelly. 1 ° de julio 1976. Medianoche”

«He tenido una de las más profundas experiencias en la oración. Durante la mañana me di cuenta de la gravedad de la calumnia que está circulando acerca de mí. A lo largo del día he estado percibiendo el peligro en que está mi vida. Por la noche he orado intensamente, al finalizar no he sabido mucho más. Creo sí que he estado más calmo y tranquilo frente a la posibilidad de la muerte. Lloré mucho, pero lloré suplicando al Señor que la riqueza de su gracia que me ha dado para vivir acompañara a aquellos a quienes he tratado de amar, recordé también a los que han recibido gracias a través de mi intercesión, lloré mucho por tener que dejarlos. Nunca he dudado que fue El quien me concedió la gracia y tampoco que no soy indispensable, aunque tengo mucho que decirles aún, sé que el Espíritu Santo se los dirá…Y mi muerte física será como la de Cristo un instrumento misterioso, el mismo Espíritu irá a algunos de sus hijos, pedí para que fuese a Jorge y a Emilio, para los que me odian, para los que recibieron a través de mí, para el florecimiento de las vocaciones, para crear hombres dentro de la sociedad que sean necesarios, los que El desea. Me di cuenta entre mis lágrimas de que estoy muy apegado a la vida, que mi vida y mi muerte, su entrega, tiene por designio amoroso de Dios, mucho valor. En resumen: que entrego mi vida, vivo o muerto al Señor, pero que en cuanto pueda tengo que luchar por conservarla. Que seré llamado por el Padre en la hora y modo que Él quiera y no cuando yo u otros lo quieran. Ahora, justo en este momento estoy indiferente, me siento feliz de una manera indescriptible. Ojalá que esto sea leído, servirá para que otros descubran también la riqueza del amor de Cristo y se comprometan con Él y sus hermanos, cuando Él quiera que se lea. No pertenezco ya a mí mismo porque he descubierto a quien estoy obligado a pertenecer. Gracias Señor».

Pascua de 2020.