Los últimos días de Manuel Belgrano por Juan Aurelio Lucero

Por: Juan Aurelio Lucero

La primera referencia de la enfermedad, que sumada a otras que ya tenía el General Manuel Belgrano, acaba con su vida, aparece consignada en una carta que desde la Posta de la Candelaria, escribió el 7 de Abril de 1819, a su sobrino político el Coronel don Ignacio Álvarez Thomas, en la que le manifestaba: ”me resiento algo de él y del pecho, y además del muslo y pierna derechos que me tienen que ayudar a desmontar».

La referencia a su mal al pecho y el pulmón lo  ratificará un año después en la nota que dirigió al Gobernador de Buenos Aires, don Manuel de Sarratea, del 13 de Abril de 1820, en la cual especifica que «su enfermedad comenzó el 23 de Abril de 1819». En mayo se instaló en Cruz Alta, Córdoba, en un mísero rancho de adobe.

En primavera el ejército se traslada a La Capilla del Pilar, sobre el Río Segundo, pocos días después el Gobernador de Córdoba Dr. Manuel Antonio de Castro, recibió una carta de los jefes de los cuerpos, quienes le anunciaban la gravedad de las dolencias de Belgrano. Lo visita acompañado por el Dr. Francisco de Paula Rivero, quien comprobó los síntomas de una hidropesía avanzada.

«Le insté, le supliqué porque fuésemos a la ciudad y me contestó: la conservación del ejército pende de mi presencia; sé que estoy en peligro de muerte, pero aquí hay una capilla donde se entierran los soldados y también se puede enterrar a un General».
La enfermedad se agravo y el 11 de septiembre entregó el mando al general Francisco Fernández de la Cruz y partió hacia Tucumán, al pasar por los suburbios de Córdoba, los 25 hombres de su escolta descendieron de su cabalgadura, se descubrieron ante él y sollozando le dijeron: «Adiós mi general; Dios nos lo devuelva con la salud y lo veamos pronto».

Esta fue la última ovación que el vencedor de Tucumán y Salta recibió en vida. El 1° de Octubre pasó por Santiago del Estero, desde donde envía  Belgrano al gobierno una carta comunicándole: «Mi enfermedad se agrava manifestándose en la fatiga que me aqueja y en la hinchazón de las piernas y los pies», la hidropesía comenzaba a hacer estragos en el cuerpo del General.

El General se puso en marcha con destino a Buenos Aires, lo acompañaban su médico de cabecera el doctor Joseph Redhead, su capellán el padre Villegas y sus fieles ayudantes de campo, don Gerónimo Helguera y don Emilio Salvigni. Sus piernas estaban tan hinchadas y su estado de postración era tal, que cuando llegaban a alguna posta, sus ayudantes lo cargaban en hombros para bajarlo del carruaje y conducirlo a la cama.

Belgrano llegó a Buenos Aires el 1° de febrero, lo acompañan el doctor Redhead, el padre Villegas y sus dos ayudantes de campo Helguera y Salvigni, todos ellos lo acompañan hasta su muerte. Se instalan en su casa paterna, actual Avenida Belgrano N° 438, en esa casa vivían su hermana Juana María Belgrano González con su segundo marido Francisco Luis Chas Pombo con quien se caso en 1812, y sus hijos: Francisco de 8 años, Josefa de 6 años y Ana de 5 años.

Doña Juana y su esposo son quienes cuidan al General Manuel Belgrano, este pasaba sus días sentado en un sillón, y la noche en vigilia, incorporado en su cama, porque no podía acostarse del todo. Sus hermanos y los pocos amigos que le habían quedado, lo visitaban constantemente de día y de noche.

El gobernador de Buenos Aires, Ramos Mejía,  le envió 300 pesos, con destino a los gastos de su curación.

El 25 de mayo de 1820, don Manuel Belgrano dicta su testamento, «encomendando su alma a Dios, que la formó de la nada, y su cuerpo a la tierra de que fue formado», según sus propias palabras.

El día anterior a su muerte pidió a su hermana Juana que lo asistía con el amor de una madre, que le alcanzase su reloj de oro, colgado a la cabecera de la cama. «Es todo cuanto tengo que dar a este hombre bueno y generoso», dijo dirigiéndose a su médico Redhead, ese reloj era un regalo el rey Jorge III de Inglaterra.

El día martes 20 de Junio de 1820, a las 7 de la mañana, moría el general don Manuel Belgrano, después de catorce meses de una larga agonía, le acompañaba su gran amigo y abnegado médico, el Dr. Joseph Redhead.

Ese día en Buenos Aires hubo tres gobernadores distintos Ildefonso Ramos Mejía, Estanislao Soler y el Cabildo,

El 27 de julio su hermano el canónigo Domingo Estanislao Belgrano, realiza el funeral en el templo de Santo Domingo, solo asistieron los hermanos, sobrinos y unos pocos amigos, su hermano había esperado sin éxito el anunciado propósito del Cabildo de celebrar exequias oficiales.

Con el ambiente político más tranquilo, el gobierno oficio los funerales oficiales en honor del General Manuel Belgrano recién el 29 de julio de 1821.

Juan Aurelio LUCERO

Investigador de la Historia