Chau campeón, hasta la próxima carrera. El adiós a Ernesto Antonio Contreras, el Cóndor de América

 

Tenía que irse un domingo, no podía se otro día. Porque el domingo es día de ciclismo. Los domingos de los años ’60, ’70, fueron grandes domingos de ciclismo en Mendoza, fueron domingos de Ernesto Antonio Contreras.

Ese morochito que se apareció desde su Medrano natal en las carreras que organizaba la Asociación Ciclista Mendocina cuando tenía 19 años y que ganaba todas las competencias entre aficionados. Le prestaron entonces una bicicleta.

Y ganó, claro. Desde entonces nunca paró de ganar, en la pista, en la ruta, en Mendoza, en el país y en el mundo. Porque aunque no siempre fuera el primero en cruzar la línea de llegada, ganaba con su actitud, con su humildad, con su honestidad.

Un día en Uspallata después de esos 105 kilómetros que unen la Capital con la villa de montaña, pero no por Potrerillos, sino por los tremendos Caracoles de Villavicencio y la imponente trepada por Cruz de Paramillos, por caminos de ripio, el Negro había llegado hacía un rato largo (primero, claro) y los otros pedalistas arribaban de a uno y espaciados.

Contreras iba en busca del descanso cuando llegó el Bomba Villar, un corredor apodado así precisamente porque estaba un poco pasado en kilos. Muchos rieron y alguno se burló. Ernesto dijo entonces, en voz alta: «Señores, llegar es ganar». Esa frase resume, sin dudas, lo que significa terminar una carrera tan exigente. Esa frase resume lo que es el Negro Contreras.

Así de bueno, así de humilde fue siempre, saludando a cada uno de los que pasaban por la bicicletería de Godoy Cruz que siguió atendiendo aún con más de 80 años de edad. «Chau Negro», le gritaban y el respondía al saludo y por ahí, con fino humor, les decía: «Señor Negro».

Su popularidad fue tan grande como ninguno la tuvo. Por donde pasara cualquier carrera, a través de las voces de Esteban Pujada, Aberto Cortez Bruna y Pedro Guevara Márquez, entre otros, las radios indicaban por dónde iban y todos salían a ver al Negro. Pasaba un pelotón, pasaba otro y todos decían «ahí va el Negro». Y aplaudían y lo vivaban aunque el Negro no fuera allí.

Así de querido fue este Negro Contreras, así de querido será siempre, como cuando los increíbles Cruce de los Andes (que unían Mendoza con Santiago de Chile) llegaban a la calle San Martín, o a la calle Las Heras o a la Emilio Civit o al autódromo Los Barrancos y convocaban a multitudes incalculables para ver al ídolo, con la camiseta borravino de Mendoza, o la roja y blanca del equipo de la Cervecería Andes o la del Sindicato de la Alimentación…

 Se despidió un domingo,. Hasta la próxima carrera, campeón.
(Fuente: Diario UNO)